Teotihuacan (“lugar del endiosamiento”) fue la capital más célebre del Clásico mesoamericano (150-650 d.C.). Su grandeza y hegemonía se fincaron, sin embargo, varios siglos antes de que alcanzara el rango de ciudad. Entre 300 y 100 d.C. Cuicuilco con todo y sus 20 000 almas dejaba de ser el mayor asentamiento de la Cuenca de México, pues Teotihuacan lo había rebasado en número de habitantes.
Tres cuartas partes de la población de la Cuenca se trasladaron al Valle de Teotihuacan, quizá debido a las erupciones del volcán Xitle, que está en la Sierra del Ajusco, D.F. Muchas eran las bondades que el valle de Teotihuacan y sus 500 kilómetros cuadrados ofrecían a los recién llegados. En aquel entonces las sierras circundantes estaban pobladas por tupidos bosques de pinos y encinos. Más abajo proliferaban los pastizales y el matorral xerófilo. éste compuesto principalmente de magueyes y nopales.
Y, en el fondo, una fértil planicie aluvial era irrigada de manera permanente por numerosos manantiales y por los escurrimientos de los ríos San Juan. San Lorenzo y Huixulco. A lo largo de sus cauces se desarrollaban galerías de ailes, ahuehuetes y ahuejotes, así como espesos tulares. En este rico y variado ambiente, el hombre pudo recolectar una amplia gama de vegetales y cultivar maíz. frijol, calabaza, chile, tomate y muchas plantas más. Las proteínas animales necesarias en su dieta las obtenía de la crianza de perros y guajolotes, y de la caza de conejos, liebres, venados, paros, gansos, codornices, palomas y armadillos. La proximidad al Lago de Texcoco le permitía el aprovechamiento de peces, tortugas. batracios e infinidad de insectos. El lago también le proveía de sal.
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